Señores académicos, con todos mis respetos, ¿les parece lógico que el Diccionario de la R.A.E, incluya el término inglés baby-sitter y sin embargo no figure baby boom?
¿Realmente alguien -en su sano juicio- usa baby-sitter en lugar de canguro?. Me temo que no. Y, si precisamente, la frecuencia del uso de un término es causa de inclusión en el diccionario, ¿no se está utilizando muchísimo más baby boom que baby-sitter?
Señores académicos, tengan Vds. en cuenta además que los denominados baby boomers, estamos llamados a constituir un grupo de presión de gran influencia social, (la correlación de fuerzas de Marx), a muy corto plazo y que la sociología, la economía, el mercado, la publicidad, la política, si, si, la política, nos van a tener en cuenta por razones muy obvias. De todo esto, ya avisó Frank Schirrmacher con su libro “El complot de Matusalén”. (Ed. Taurus, 2004).
Vamos a ser muchos, más longevos, mejor comidos, más sanos, más estudiados y con mayor capacidad de consumo que cualquier generación anterior. Bueno, pues ya es hora de hablar del significado del demográfico y onomatopéyico término, ”baby boomers”.
Baby boomer hace referencia a las personas nacidas durante el baby boom (explosión de la natalidad) que al término de la II Guerra Mundial y hasta mediados de los sesenta tuvo lugar en varios países anglosajones. En España, ese repunte de la natalidad, ocurre un poco más tarde, desde mediados de los cincuenta hasta la mitad de los setenta aproximadamente.
Como consecuencia, los nacidos en esas fechas pasan a considerarse como la generación del baby boom que sucedía a la llamada generación silenciosa y qué antecedió a la generación X.
Habida cuenta del largo período en el que se incluyen los baby boomers, no creo que puedan considerarse un grupo uniforme. Los que nacimos mediados los cincuenta, experimentamos unas vivencias radicalmente diferentes a los nacidos a mitad de los setenta. Estos últimos, los considero sensiblemente más afortunados. Una visión subjetiva, sucinta, incluso algo pobre de aquella época, podría ser la que sigue.
A los primigenios nos tocó una época en la que aún subyacían muchas cosas de la posguerra. Aquellos tres bustos de loza: el negrito, el chinito y el indio con su warbonnet de plumas que presidían un lugar determinado en las escuelas, bajo el crucifijo y el retrato del omnipresente, resultaban bastante paradójicos. Los que depositábamos, muy de cuando en cuando, unas escasas perronas en aquellas huchas del Domund, no nadábamos en la abundancia precisamente, incluso alguno, para su desgracia, no era menos paupérrimo que los representados en aquellas figuras que por otra parte, lucían un aspecto muy saludable.
Más tarde en el instituto, los ejercicios espirituales. En el salón de actos agrupaban a todos los cursos aunque en distintos horarios para las chicas y los chicos y en la elevada tarima, allí estaban ellos. Curas jóvenes que con entusiasmo desbordante nos sometían a unas charlas previas a la confesión. A los chicos, nos hablaban del sexto y noveno mandamientos y para no ser muy explícitos, utilizaban un argot que con frecuencia no entendía. Luego, guardando turno fuera, volvíamos a entrar al salón donde estratégicamente ubicados en las butacas nos esperaban para confesarnos. Nos arrodillábamos ante ellos y a modo de confesionario, te tapaban con su capa y allí año tras año, percibiendo en ocasiones su halitosis, empezaban a interrogarte con un único objetivo: lograr que confesaras ser discípulo de Onán y la frecuencia con que lo adorabas. Vistos con la perspectiva del tiempo, creo que tenían una obsesión patológica.
En aquella época lo más transgresor que recuerdo lo constituían las inquietantes turgencias de los vestidos de Sarita Montiel en “El ultimo cuplé” y las versiones libidinosas de distintas estrofas de D. Juan Tenorio. Transgresiones las justas claro, aunque, tras Enid Blyton, Salgari y Julio Verne, con 15 ó 16 años pude leer “Anna Karénina” de Tolstói y aquello de Anna y el Conde Vronsky, transgredía radicalmente principios muy sólidos in illo témpore. Creo que a continuación leí “Tom Jones” de Henry Fielding que también tenía su cosa y además era divertida.
”West Side story”, aquella película con música de Leonard Bernstein, nos mostró de una manera brillante que los adolescentes existían y aunque fuera una edulcorada visión de las bandas juveniles, las coreografías y las canciones, transmitían un optimismo rompedor en medio de nuestra gris cotidianidad.
Estaban Jacques Brel y todas aquellas canciones de amor francesas, suaves, acariciadoras, cuyo hito más escandaloso fueron los jadeos de Jane Birkin en “Je t’aime… moi non plus” y claro, estaba Celentano y sus colegas italianos que año tras año estrenaban canciones bellísimas en el festival de San Remo.
Pero lo que realmente marcó mi adolescencia, fue la música popular anglosajona personificada fundamentalmente en The Beatles.
No entendía las letras de sus canciones, claro. En el instituto solo dábamos francés y en aquella época, era complicado encontrar un diccionario de inglés. Cuando por fin consigo traducir “Twist and shout”, algo así como “Baila y grita”, me sentí decepcionado. ¿Ese era todo el mensaje?. Alguien más inteligente que yo, me dijo: ¿Te parece poco?.
A nuestro país, con los Beatles llegó una moda rompedora: pelo largo, pantalones acampanados, en una muestra de radicalidad en la que convivían lo maxi con lo mini. Luego, de la costa oeste americana, vino el lema pacífico de los hippies, cuya forma de vida aquí imitaron algún que otro “joven con posibles”. De aquellos jóvenes floridos me quedo con su himno, aquella canción de Scott Mckenzie, “San Francisco”.
A finales de los sesenta, las casas empezaron a dotarse de lavadora, nevera y televisión. Esta última, nos permitió descubrir con algún retraso el cine negro americano y escuchar a Sam en “Casablanca” cantar “As Time Goes By”. En esta película había un emotivo alegato en contra del nazismo, expresado en aquella escena en la que se canta “La Marsellesa”. Además, Rick, el protagonista, había luchado en la Guerra Civil Española y aunque no se mencionaba, parecía que había estado en el bando de los malos.¿Había una versión alternativa a la Guerra Civil que nos habían descrito en los libros de texto?. Otra duda: ¿Porqué en aquel Mayo de 1968 los parisinos buscaban la arena de la playa bajo los adoquines?
Todo lo que se iba publicando de García Márquez, los cuentos de Cortázar, Vargas Llosa, (aquél Vargas Llosa), conformaron mis lecturas de los primeros setenta junto a una manoseada “Historia de la Guerra Civil Española” de Hugh Thomas, editada por Ruedo Ibérico en París. Los Beatles se empezaban a despedir con “Let It be” y poco después Harrison lanzaba “My Sweet Lord” en solitario. Luego, Lennon y su “Imagine”.
La muerte en 1975 de aquel señor, bajito pero omnipresente, coincide con el nacimiento de los últimos baby boomers, cerrando una época de grandes cambios. Época en cuyo vórtice se publicó “Hey Jude”. Mañana 30 de Agosto se cumplen 50 años de su publicación. Gracias Sr. McCartney.